MIEDO AL CAMBIO
Es increíble el miedo que produce cambiar. ¡Claro!, nos
educaron con el criterio de que el NO CAMBIAR era sinónimo de:
-Madurez.
-Estabilidad.
-Equilibrio.
-Estar centrado en la vida.
-Saber lo que se quiere.
-Seguridad en sí mismo.
Nos dijeron que quien cambia es “inestable”, inmaduro, que
todavía no ha crecido, que no sabe lo que quiere, que está disperso… porque el ideal de vida, para la sociedad, es
un mundo quieto, es decir:
-Vivir en la misma casa.
-Recorrer la misma ruta diaria.
-Hacer lo mismo en el tiempo de ocio.
-Permanecer en el mismo colegio.
-Tener la misma pareja (aunque no te sientas tú el mismo
ya).
-Durar en el mismo trabajo (aunque ganes poco y no te
sientas valorado).
-Amarrarse al mismo barrio, ciudad y/o País.
… todos considerados sinónimos de estabilidad.
¿Y qué decir de las IDEAS o las CREENCIAS? Nos inculcaron
que es bueno tener los mismos valores, los mismos criterios, LA MISMA
MENTALIDAD. Nos transmitieron inconscientemente, que atreverse a innovar era
una “locura” y que era más importante permanecer como estamos que arriesgar,
que más valía lo malo conocido que lo bueno por conocer… y que así había sido
siempre.
Nuestra sociedad valora lo estático, que “no produce desorden”,
antes de romper esquemas y arriesgarse a que la vida sea diferente. Esta visión
hace que muchas veces suframos, porque lo que una vez fue valido o positivo
quizás ahora no lo es, y si seguimos creyendo o siguiendo a pies juntillas esos
conceptos y creencias no revisados ni flexibles, y aplicándolos a nuestras
vidas pensando que es lo que nos beneficia, solo puede crecer el malestar y
nuestra perplejidad al ver que algo está fallando y no saber que es.
LA ZONA DE CONFORT:
Es el conjunto de creencias y acciones a las que estamos
acostumbrados, y que nos resultan cómodas. Aquello que está dentro de nuestra
zona de confort lo podemos hacer muchas veces sin mayor problema y no nos
produce una reacción emocional especial; en cambio, lo que está fuera de
nuestra zona de confort nos incomoda, nos produce un cierto rechazo, nos
provoca ansiedad o nerviosismo.
Esto tiene un sentido evolutivo muy claro: no hacer cosas
que nos son extrañas, para las cuales no nos consideramos totalmente
capacitados, y que posiblemente nos van a poner en peligro. Si no nos ponemos
en peligro estaremos seguros, así que cuando permanecemos dentro de la Zona nos
da una sensación reconfortante de seguridad. La desventaja es que si
permanecemos dentro de la zona mucho tiempo, estaremos estancados, no
progresaremos.
“Yo soy así y así he sido siempre”, “es muy difícil
cambiar”. Son comentarios que escuchamos con mucha frecuencia, con los que en
realidad simplemente tratamos de apaciguar nuestro malestar interior actual y
con los que JUSTIFICAMOS el no dar un paso adelante en nuestras vidas, cuando
incluso intuimos que ese movimiento podría mejorarlas notablemente.
Aunque decimos y nos decimos estas frases, si analizas tu
forma de actuar en estos momentos y la comparas con la de hace 10 o 20 años,
seguramente notarás la diferencia en muchos aspectos. Comprobarás como no
siempre fuiste como ahora eres y que el cambio, la mayor parte de las veces, no
es tan difícil ni tan traumático como tememos.
Salir de la Zona de Confort es una actividad muy importante
para CRECER COMO PERSONAS. Mientras que la mayoría de la gente se estanca,
porque no les gusta cambiar sus rutinas, aquellos que de verdad persiguen sus
sueños y están dispuestos a conseguirlo, saben que para lograrlo tienen que:
-Romper con sus hábitos.
-Enfrentarse a sus temores.
-Hacer cosas que jamás pensaron que se atreverían a hacer.
El cambio nos da miedo, porque:
-No sabemos cómo manejar situaciones nuevas o diferentes.
-Puede provocar algún tipo de pérdida, ya sea física, moral,
emocional, etc.
-Podemos equivocarnos y ser criticados por los DEMÁS y/o por
NOSOTROS MISMOS.
-La falta de control que sentimos nos angustia. Nos solemos
relacionar muy mal con lo que no nos es familiar.
¿Qué escoger? Arriesgarse o permanecer, he allí las
alternativas. Entendiendo que en más de una situación el cambio exterior no
produce los resultados que anhelamos porque los problemas no son tan sólo
geográficos, o de ambiente, o de la persona que nos acompaña, o de la ciudad o
del país en el que habitamos. He de cambiar y arriesgarme, pero también debo
manejar internamente la flexibilidad para no apegarme, para fluir, para
atreverme.
Ningún cambio duradero es rápido o instantáneo. Los cambios
necesitan cocción. Se trata de cambiar,
no de desbordarse o precipitarse a lo loco. En el cambio no se usa el
ultrarrápido horno microondas sino fogón de leña.
ESTANCARSE = MUERTE EN VIDA:
Aunque nos impacte esta afirmación, lo que permanece quieto
en la vida es porque está muerto. Lo único que no acepta cambio es la muerte.
Sorprende cómo los seres humanos dicen tanto de su personalidad a través de su
necesidad o resistencia a los cambios. Hay personas “MUERTAS” EN VIDA que no se
atreven a cambiar, y para los que implica un riesgo incluso cambiar:
-La ruta hacia el trabajo.
-Lo que comen.
-La manera en la que se visten.
-La posición de los muebles por casa.
-Hacer algo distinto en el fin de semana.
Cuando no se acepta, la resistencia al cambio se convierte
en enfermedad. A las buenas o a las malas, el mundo se mueve y el cambio no
consulta. ¡Simplemente se da! O me subo al carrito del cambio o el cambio me
atropella.
La manera de enfrentar el cambio, depende, en gran parte de
nuestra autoestima:
-Cuando nos sentimos seguros y capaces, vemos el cambio como
un reto o una motivación positiva.
-Cuando nos sentimos incapaces o poco valiosos, el cambio
nos disgusta e incluso nos asusta, nos horripila.
-Nuestra manera de enfrentar el cambio depende de lo que
aprendimos durante la infancia o ante ciertas situaciones dolorosas. Pero
siempre podemos aprender a enfrentarlo de manera positiva, aprendiendo de él y
mejorando nuestra vida.
Lo importante es NO tenerle miedo y MODIFICAR las ideas y
creencias falsas y nuestra forma de pensar equivocada, que han mantenido ese
miedo.
Conciencia cuántica